NARRATOLOGÍA.
G. Genette, precursor de este movimimento. Es un narratólogo.
Se van desarrollar paulatinamente en el S. de Oro una evolución de los personajes; un gran ejemplo es Cervantes, que puede combinar puntos de vista de personajes distintos con mucha soltura. En diferentes momentos de sus obras puede realizar experimentos temporales de cierta dificultad.
Para el punto de vista narrativo será importante toda la novela picaresca, y en concreto la novela del Lazarillo de Tormes, debido a su personaje.
Tenemos un resumen en cuanto a narratología en http://faculty.washington.edu
La terminología es meramente instrumental. (Es recomendable el resumen de la narratología de Genette).
Definiciones importantes vistas en clase.
Diégesis. El narrador autodiegético es el que habla de sí mismo. El punto de vista heterodiegético es en el que el narrador está en 3ª persona, un narrador que no es personaje. Un narrador homodiegético es un narrador que normalmente está en 1ª persona y sí es personaje.
El autor implícito es la “voz de autor” que habla por el escritor, y que no es el escritor necesariamente. Ejemplo: la voz fundamental del Quijote que cuenta cómo fue la historia realmente.
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En la novela se tiende a evitar todo aquello obvio, aburrido, irrelevante... con algunas excepciones como puede ser Samuel Beckett.
EL LIBRO DE CABALLERÍAS.
Es, sociológicamente, “un relato con sentido que empieza a existir por motivos sociales relacionados con la postergación o marginación política a la que las monarquías absolutas sometieron a la clase aristocrática”. En algunos casos, como en el caso español, la aristocracia o alta nobleza se convirtió en una clase problemática y fue desplazada de su poder.
Esa aristocracia que había tenido un gran poder bien conocido en la Edad Media, se ve desplazada progresivamente o incluso privada de sus funciones políticas: se vació de contenido político. A pesar de esto, se mantuvieron residuos de la nobleza. Aún grandes nobles son acompañantes de sus reyes; sin embargo, la parte desplazada conforma la mayoría, lo que genera una cierta frustración o crisis de identidad, pues esa nobleza no encuentra su puesto ni función social en la sociedad.
Tienen una vocación guerrera que no pueden ejercer debido a que las cortes guerreras van a ser fijas y meramente palaciegas, no militares, no necesariamente ejércitos; estas cortes se van a convertir en escenarios burocráticos (estructura del estado en su forma más primitiva).
Puede verse como ejemplo en el caso de los Reyes Católicos, que concentraron todo el poder y establecieron un estado mínimo a través del cual gobernar todo. Se consolida su poder a base de esa dominación territorial.
Esa nobleza desplazada o despolitizada que se va a ver confinada en sus estados a una existencia sedentaria no se siente segura o con una confianza plena en su propia identidad de nobles; esta crisis de identidad se exacebó porque las cortes de los reyes estaban conformadas por letrados (equivalentes a los tecnócratas modernos) que salían de las universidades importantes, como la Universidad de Salamanca o la Universidad de Alcalá. Son personas eficientes que se ganan la confianza del rey.
Estas motivaciones sociológicas del libro de caballerías van a producir un género que tiene una función de contrapesar ese vacío psicológico. Por esa razón, los libros de caballerías van a estar llenos de nostalgia, destinados a rescatar un pasado perdido que realmente es quimérico; es una invención, pero con ello se pretende alimentar el vacío de la nobleza con una visión del pasado idealizante y compensatoria. Incluso podemos decir que ese pasado que intentan presentar los libros de caballerías podrían no haber existido.
Características de los libros de caballerías.
Todos los libros de caballerías comienzan con la afirmación de que ese manuscrito apareció dentro de un cofre en una iglesia o monasterio. Son manuscritos que se ponen en orden y en limpio para que los nobres puedan disfrutarlo; naturalmente, no existió aquella iglesia ni aquel cofre. Pero, evidentemente, los libros se adornan con un prestigio que procede de ese pasado remoto de la antigua nobleza.
Por otro lado, esos libros suelen situar su temporalidad narrativa en una época invariablemente remota, como pueden ser épocas próximas a la muerte de Jesucristo. Es una especie de “pseudohistoricidad” que suele corresponderse con una ahistoricidad, es decir, se presentan como históricos pero realmente están fuera de la historia (es decir, que tampoco existen).
Estos libros de caballerías recuerdan a aquellas ruinas que fueron construidas en Reino Unido para dar un “aire de historicidad”.
En la literatura se conseguía invocando esos presuntos orígenes del relato o sugiriendo que la historia había ocurrido en un reino real con un nombre inventado en cuya existencia podríamos creer (Amadís de Gaula).
La historicidad es muy importante en la novela de caballerías. De hecho, naturalmente en aquel tiempo no se llamaban novelas, sino “libros” o “historias”, precisamente para enfatizar el hecho de que podrían ser verdaderos.
Lógicamente, por esa misma pretensión de compesación psicológica del vacío de la nobleza, los libros de caballerías son protagonizados por jóvenes aristócratas que pertenecen tanto a la alta nobleza como a la realeza: son novelas idealistas en la que los personajes pertenecen a la más alta posición social: son hijos de reyes.
Por otro lado, esos “hijos de reyes” viven en un presunto tiempo histórico que es, en realidad, un artificio: tanto el tiempo como el espacio son invenciones.
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